Algunos dicen que debemos eliminar del poema los remordimientos personales, permanecer abstractos, hay cierta razón en esto, pero ¡Por Dios! ¡Doce poemas perdidos y no tengo copias! ¡Y también te llevaste mis cuadros, los mejores! ¡Es intolerable!
Yo leía poemas y tú estabas tan cerca de mi voz que poesía era nuestra unidad y el verso apenas la pulsación remota de la carne. Yo leía poemas de tu amor Y la belleza de los infinitos instantes, la imperante sutileza
Cinco poemas para abdicar, para que sean un destello terrestre en mi tránsito mientras el vaivén de mi cuerpo me dote de viejo sueño y tenga un altar adornado, mientras mis ojos suspendan la aspersión del líquido más breve,
Cansados de esperar, los que nos esperaron, murieron sin saber que estábamos llegando, sus brazos abiertos despacio se cerraron y en vez del recuerdo, vino el pesar temblando.
Un viejo me pidió un cigarrillo y saqué dos con cuidado. «Vengo a buscar trabajo. voy a esperar al sol y fumar.» Raído y rabioso se recostaba contra la muerte. Era un día frío, por cierto, y los camiones cargados y pesados como putas viejas