Yo meditaba absorto, devanando
Los hilos del hastío y la tristeza,
Cuando llegó a mi oído,
Por la ventana de mi estancia, abierta.
A una caliente noche de verano,
El plañir de una copla soñolienta,
Quebrada por los trémolos sombríos
De las músicas magas de mi tierra.
... Y era el amor, como una roja llama...
-Nerviosa mano en la vibrante cuerda
Ponía un largo suspirar de oro,
Que se trocaba en surtidor de estrellas-.
... Y era la muerte, al hombro la cuchilla,
El paso largo, torva y esquelética.
-Tal cuando yo era niño la soñaba-.
Y en la guitarra, resonante y trémula,
La brusca mano, al golpear, fingía
El reposar de un ataúd en tierra.
Y era un plañido solitario el soplo
Que el polvo barre y la ceniza avienta.
Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Colliure, 1939) fue el más joven poeta de la generación del 98. Su vida en Madrid y París le llevó a formar parte del círculo de destacados literatos como Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán o Juan Ramón Jiménez. Autor prolífico, se dio a conocer con el poemario Soledades, de marcado carácter modernista, en 1903. Unos años más tarde, en 2912, publicó uno de sus libros más populares, Campos de Castilla. Destacan también, entre otras obras, Nuevas canciones (1914) y Páginas escogidas (1917). Miembro de la Real Academia Española, se exilió al pueblo francés de Colliure tras estallar la guerra civil española. Allí murió y allí descansa su tumba, símbolo del exilio republicano.