Árbol, buen árbol, que tras la borrasca te erguiste en desnudez y desaliento, sobre una gran alfombra de hojarasca que removía indiferente el viento...
Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas! ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... -La tarde cayendo está-. «En el corazón tenía
Tierra le dieron una tarde horrible del mes de julio, bajo el sol de fuego.
A un paso de la abierta sepultura, había rosas de podridos pétalos, entre geranios de áspera fragancia y roja flor. El cielo puro y azul. Corría un aire fuerte y seco.
Yo escucho los cantos de viejas cadencias, que los niños cantan cuando en coro juegan, y vierten en coro sus almas que sueñan, cual vierten sus aguas las fuentes de piedra: con monotonías de risas eternas, que no son alegres,
Ya en los campos de Jaén amanece. Corre el tren por los brillantes rieles, devorando matorrales, alcaceles, terraplenes, pedregales, olivares, caseríos, praderas y cardizales, montes y valles sombríos. Tras la turbia ventanilla,