Al fin, una pulmonía
Mató a don Guido, y están
Las campanas todo el día
Doblando por él: ¡din dan!
Murió don Guido, un señor
De mozo muy jaranero,
Muy galán y algo torero;
De viejo, gran rezador.
Dicen que tuvo un serrallo
Este señor de Sevilla;
Que era diestro
En manejar el caballo,
Y un maestro
En refrescar manzanilla.
Cuando mermó su riqueza,
Era su monotonía
Pensar que pensar debía
En asentar la cabeza.
Y asentóla
De una manera española,
Que fue casarse con una
Doncella de gran fortuna;
Y repintar sus blasones,
Hablar de las tradiciones
De su casa,
A escándalos y amoríos
Poner tasa,
Sordina a sus desvaríos.
Gran pagano,
Se hizo hermano
De una santa cofradía;
El Jueves Santo salía,
Llevando un cirio en la mano
-¡Aquel trueno!-,
Vestido de nazareno.
Hoy nos dice la campana
Que han de llevarse mañana
Al buen don Guido, muy serio,
Camino del cementerio.
Buen don Guido, ya eres ido
Y para siempre jamás
Alguien dirá: «¿Qué dejaste?»
Yo pregunto: «¿Qué llevaste
Al mundo donde hoy estás?»
¿Tu amor a los alamares
Y a las sedas y a los oros,
Y a la sangre de los toros
Y al humo de los altares?
Buen don Guido y equipaje,
¡Buen viaje!
El acá
Y el allá,
Caballero,
Se ve en tu rostro marchito,
Lo infinito:
Cero, cero.
¡Oh las enjutas mejillas,
Amarillas,
Y los párpados de cera,
Y la fina calavera
En la almohada del lecho!
¡Oh fin de una aristocracia!
La barba canosa y lacia
Sobre el pecho;
Metido en tosco sayal,
Las yertas manos en cruz,
¡Tan formal!
El caballero andaluz.
Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Colliure, 1939) fue el más joven poeta de la generación del 98. Su vida en Madrid y París le llevó a formar parte del círculo de destacados literatos como Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán o Juan Ramón Jiménez. Autor prolífico, se dio a conocer con el poemario Soledades, de marcado carácter modernista, en 1903. Unos años más tarde, en 2912, publicó uno de sus libros más populares, Campos de Castilla. Destacan también, entre otras obras, Nuevas canciones (1914) y Páginas escogidas (1917). Miembro de la Real Academia Española, se exilió al pueblo francés de Colliure tras estallar la guerra civil española. Allí murió y allí descansa su tumba, símbolo del exilio republicano.