Huye del triste amor, amor pacato,
sin peligro, sin venda ni aventura,
que espera del amor prenda segura,
porque en amor locura es lo sensato.
Tu poeta piensa en ti.
La lejanía es de limón y violeta,
verde el campo todavía.
Conmigo vienes, Guiomar;
nos sorbe la serranía.
De encinar en encinar
se va fatigando el día.
El tren devora y devora
día y riel, la retama
pasa en Sombra; se desdora
el oro de Guadarrama.
Porque una diosa
y su amante huyen juntos,
jadeante,los sigue la luna llena.
El tren se esconde
y resuena dentro de un monte gigante.
Campos yermos, cielo alto.
Tras los montes de granito
y otros montes de basalto,
ya es la mar y el infinito.
Juntos vamos; libres somos.
Aunque el Dios,
como en el cuento
fiero rey, cabalgue a lomos
del mejor corcel del viento,
aunque nos jure, violento,
su venganza,aunque ensille,
el pensamiento,libre amor,
nadie lo alcanza.
Hoy te escribo
en mi celda de viajero,
a la hora de una cita
imaginaria.
Rompe el iris
al aire el aguacero,
y al monte su tristeza
planetaria.
Sol y campanas
en la vieja torre.
Oh tarde viva y quieta
que opuso al panta rhei
su nada corre,tarde niña
que amaba a su poeta!
Y día adolescente
-ojos claros y músculos morenos-,
cuando pensaste a amor,
junto a la fuente,
besar tus labios
y apresar tus senos!
Todo a esta luz de abril
se transparenta;
todo en el hoy de ayer,
el todavía que
en sus maduras horas
el tiempo canta y cuenta,
se funde en una sola melodía,
que es un coro de tardes
y de auroras.
A ti, Guiomar, esta nostalgia mía.