En tu boca roja y fresca beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma.
Me he enamorado de ti y es enfermedad tan mala, que ni la muerte la cura, ¡bien lo saben los que aman!
Loco me pongo si escucho el ruido de tu charla, y el contacto de tu mano me da la vida y me mata.
Yo quisiera ser el aire que toda entera te abraza, yo quisiera ser la sangre que corre por tus entrañas.
Son las líneas de tu cuerpo el modelo de mis ansias, el camino de mis besos y el imán de mis miradas.
Siento al ceñir tu cintura una duda que me mata que quisiera en un abrazo todo tu cuerpo y tu alma.
Estoy enfermo de ti, de curar no hay esperanza, que en la sed de este amor loco tu eres mi sed y mi agua.
Maldita sea la hora en que contemplé tu cara, en que vi tus ojos negros y besé tus labios grana.
Maldita sea la sed y maldita sea el agua, maldito sea el veneno que envenena y que no mata.
En tu boca roja y fresca beso, y mi sed no se apaga, que en cada beso quisiera beber entera tu alma.
Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Colliure, 1939) fue el más joven poeta de la generación del 98. Su vida en Madrid y París le llevó a formar parte del círculo de destacados literatos como Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán o Juan Ramón Jiménez. Autor prolífico, se dio a conocer con el poemario Soledades, de marcado carácter modernista, en 1903. Unos años más tarde, en 2912, publicó uno de sus libros más populares, Campos de Castilla. Destacan también, entre otras obras, Nuevas canciones (1914) y Páginas escogidas (1917). Miembro de la Real Academia Española, se exilió al pueblo francés de Colliure tras estallar la guerra civil española. Allí murió y allí descansa su tumba, símbolo del exilio republicano.
He andado muchos caminos, he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares, y atracado en cien riberas. En todas partes he visto caravanas de tristeza, soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra,
¡Oh, dime, noche amiga, amada vieja, que me traes el retablo de mis sueños siempre desierto y desolado, y sólo con mi fantasma dentro, mi pobre sombra triste sobre la estepa y bajo el sol de fuego, o soñando amarguras
Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano, el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas en donde los vencejos anidan en verano y graznan en las noches de invierno las cornejas. Con su frontón al Norte, entre los dos torreones
Tus ojos me recuerdan las noches de verano negras noches sin luna, orilla al mar salado, y el chispear de estrellas del cielo negro y bajo. Tus ojos me recuerdan las noches de verano. Y tu morena carne, los trigos requemados,