A un olmo seco, de Antonio Machado | Poema

    Poema en español
    A un olmo seco

    Al olmo viejo, hendido por el rayo 
    y en su mitad podrido, 
    con las lluvias de abril y el sol de mayo 
    algunas hojas verdes le han salido. 

    ¡El olmo centenario en la colina 
    que lame el Duero! Un musgo amarillento 
    le mancha la corteza blanquecina 
    al tronco carcomido y polvoriento. 

    No será, cual los álamos cantores 
    que guardan el camino y la ribera, 
    habitado de pardos ruiseñores. 
    Ejército de hormigas en hilera 
    va trepando por él, y en sus entrañas 
    urden sus telas grises las arañas. 

    Antes que te derribe, olmo del Duero, 
    con su hacha el leñador, y el carpintero 
    te convierta en melena de campana, 
    lanza de carro o yugo de carreta; 
    antes que rojo en el hogar, mañana, 
    ardas, de alguna mísera caseta, 
    al borde de un camino; 
    antes que te descuaje un torbellino 
    y tronche el soplo de las sierras blancas; 
    antes que el río hasta la mar te empuje 
    por valles y barrancas, 
    olmo, quiero anotar en mi cartera 
    la gracia de tu rama verdecida. 
    Mi corazón espera 
    también, hacia la luz y hacia la vida, 
    otro milagro de la primavera. 



    Soria, 1912.

    Antonio Machado (Sevilla, 1875 - Colliure, 1939) fue el más joven poeta de la generación del 98. Su vida en Madrid y París le llevó a formar parte del círculo de destacados literatos como Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Ramón María del Valle-Inclán o Juan Ramón Jiménez. Autor prolífico, se dio a conocer con el poemario Soledades, de marcado carácter modernista, en 1903. Unos años más tarde, en 2912, publicó uno de sus libros más populares, Campos de Castilla. Destacan también, entre otras obras, Nuevas canciones (1914) y Páginas escogidas (1917). Miembro de la Real Academia Española, se exilió al pueblo francés de Colliure tras estallar la guerra civil española. Allí murió y allí descansa su tumba, símbolo del exilio republicano.