El baile de los ahorcados, de Arthur Rimbaud | Poema

    Poema en español
    El baile de los ahorcados

    En la horca negra bailan, amable manco, 
    bailan los paladines, 
    los descarnados danzarines del diablo; 
    danzan que danzan sin fin 
    los esqueletos de Saladín. 

    ¡Monseñor Belzebú tira de la corbata 
    de sus títeres negros, que al cielo gesticulan, 
    y al darles en la frente un buen zapatillazo 
    les obliga a bailar ritmos de Villancico! 

    Sorprendidos, los títeres, juntan sus brazos gráciles: 
    como un órgano negro, los pechos horadados , 
    que antaño damiselas gentiles abrazaban, 
    se rozan y entrechocan, en espantoso amor. 

    ¡Hurra!, alegres danzantes que perdisteis la panza , 
    trenzad vuestras cabriolas pues el tablao es amplio, 
    ¡Que no sepan, por Dios, si es danza o es batalla! 
    ¡Furioso, Belzebú rasga sus violines! 

    ¡Rudos talones; nunca su sandalia se gasta! 
    Todos se han despojado de su sayo de piel: 
    lo que queda no asusta y se ve sin escándalo. 
    En sus cráneos, la nieve ha puesto un blanco gorro. 

    El cuervo es la cimera de estas cabezas rotas; 
    cuelga un jirón de carne de su flaca barbilla: 
    parecen, cuando giran en sombrías refriegas, 
    rígidos paladines, con bardas de cartón. 

    ¡Hurra!, ¡que el cierzo azuza en el vals de los huesos! 
    ¡y la horca negra muge cual órgano de hierro! 
    y responden los lobos desde bosques morados: 
    rojo, en el horizonte, el cielo es un infierno... 

    ¡Zarandéame a estos fúnebres capitanes 
    que desgranan, ladinos, con largos dedos rotos, 
    un rosario de amor por sus pálidas vértebras: 
    ¡difuntos, que no estamos aquí en un monasterio! . 

    Y de pronto, en el centro de esta danza macabra 
    brinca hacia el cielo rojo, loco, un gran esqueleto, 
    llevado por el ímpetu, cual corcel se encabrita 
    y, al sentir en el cuello la cuerda tiesa aún, 

    crispa sus cortos dedos contra un fémur que cruje 
    con gritos que recuerdan atroces carcajadas, 
    y, como un saltimbanqui se agita en su caseta, 
    vuelve a iniciar su baile al son de la osamenta. 

    En la horca negra bailan, amable manco, 
    bailan los paladines, 
    los descarnados danzarines del diablo; 
    danzan que danzan sin fin 
    los esqueletos de Saladín.

    Arthur Rimbaud (1854-1891) fue un poeta francés conocido por su influencia sobre literatura y artes modernas, que prefiguraron el surrealismo. Comenzó a escribir a una edad muy temprana y destacó como estudiante, pero abandonó su educación formal en su adolescencia para huir de su hogar a París en medio de la Guerra franco-prusiana. Durante su adolescencia tardía y su edad adulta temprana comenzó la mayor parte de su producción literaria, luego dejó de escribir por completo a la edad de 20 años, después de reunir una de sus principales obras, Illuminations

    • Me tragué un magnífico sorbo de veneno.— ¡Bendito sea tres veces el consejo que me dieron!— Las entrañas me queman. La violencia del veneno retuerce mis extremidades, me deforma, me tumba contra el suelo. Muero de sed, me sofoco, y no puedo gritar. ¡Es el infierno, el castigo eterno!