¡Mi triste corazón babea a popa, mi corazón que colma el caporal y me vierten en él chorros de sopa, mi triste corazón babea a popa: con las bromas sangrientas de la tropa que brama un carcajeo general, mi triste corazón babea a popa, mi corazón que colma el caporal!
Itiofálicos y soldadinescos sus chistes sangrientos lo han depravado; y de noche componen unos frescos itiofálicos y soldadinescos. ¡Oleajes abracadabrantescos llevadme el corazón, que sea lavado! Itiofálicos y soldadinescos sus chistes sangrientos lo han depravado.
Cuando se agoten sus chimós gargálicos ¿cómo vivir, oh corazón robado? llegarán con sus estribillos báquicos; cuando se agoten sus chimós gargálicos sentiré sobresaltos estomáquicos, yo, el del corazón despedazado. Cuando se agoten sus chimós gargálicos ¿cómo vivir, oh corazón robado?
Me tragué un magnífico sorbo de veneno.— ¡Bendito sea tres veces el consejo que me dieron!— Las entrañas me queman. La violencia del veneno retuerce mis extremidades, me deforma, me tumba contra el suelo. Muero de sed, me sofoco, y no puedo gritar. ¡Es el infierno, el castigo eterno!
En el comedor pardo, que perfumaba una mezcla de olor de fruta y de barniz, a gusto, me hice con un plato de no sé qué guisado belga, y me arrellané en una enorme silla.
Costrosos, negros, flacos, con los ojos cercados de verde, dedos romos crispados sobre el fémur, con la mollera llena de rencores difusos como las floraciones leprosas de los muros;