Tierra y alguna china es todo cuanto deseo. El aire también me lo como: rocas, carbones, hierro.
Bailad, apetitos míos. Hambres, pasad atraed del alegre prado venenos de madreselvas y toda su sonoridad.
Comed los cantos que se quiebran en las viejas paredes de Dios. Guijarros de antiguas lluvias, panes que el valle sembró.
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El lobo escondido que aullaba escupió plumas hermosas de su almuerzo de aves: como él, yo lo tragaba:
la ensalada, la fruta aguardando la vendimia. Pero la araña de la mata sólo comía malvas.
Quiero dormir, quiero hervir en los altares de Salomón. El caldo fluye sobre la herrumbre y se mezcla con el Cedrón.
Arthur Rimbaud (1854-1891) fue un poeta francés conocido por su influencia sobre literatura y artes modernas, que prefiguraron el surrealismo. Comenzó a escribir a una edad muy temprana y destacó como estudiante, pero abandonó su educación formal en su adolescencia para huir de su hogar a París en medio de la Guerra franco-prusiana. Durante su adolescencia tardía y su edad adulta temprana comenzó la mayor parte de su producción literaria, luego dejó de escribir por completo a la edad de 20 años, después de reunir una de sus principales obras, Illuminations.
En el comedor pardo, que perfumaba una mezcla de olor de fruta y de barniz, a gusto, me hice con un plato de no sé qué guisado belga, y me arrellané en una enorme silla.
Me tragué un magnífico sorbo de veneno.— ¡Bendito sea tres veces el consejo que me dieron!— Las entrañas me queman. La violencia del veneno retuerce mis extremidades, me deforma, me tumba contra el suelo. Muero de sed, me sofoco, y no puedo gritar. ¡Es el infierno, el castigo eterno!
Costrosos, negros, flacos, con los ojos cercados de verde, dedos romos crispados sobre el fémur, con la mollera llena de rencores difusos como las floraciones leprosas de los muros;