El arroyo, de Delmira Agustini | Poema

    Poema en español
    El arroyo

    ¿Te acuerdas? 
    El arroyo fue la serpiente buena... 
    Yo muero extrañamente... 
    No me mata la Vida, 
    ¿Te acuerdas? 
    El arroyo fue la serpiente buena... 
    Fluía triste y triste como un llanto de ciego 
    cuando en las piedras grises 
    donde arraiga la pena 
    como un inmenso lirio se levantó tu ruego. 
    Mi corazón, la piedra más gris y más serena, 
    despertó en la caricia de la corriente y luego 
    sintió cómo la tarde, con manos de agarena, 
    prendía sobre él una rosa de fuego. 
    Y mientras la serpiente del arroyo blandía 
    el veneno divino de la melancolía, 
    tocada de crepúsculo me abrumó tu cabeza, 
    la coroné de un beso fatal, en la corriente 
    vi pasar un cadáver de fuego... Y locamente 
    me derrumbó en tu abrazo profundo la tristeza. 

    Delmira Agustini, destacada poetisa uruguaya, adscrita al modernismo, que inauguró con su obra lírica la trayectoria de la poesía femenina del siglo XX en el continente sudamericano. Formó parte de la llamada generación de 1900. Su obra se vincula a la corriente modernista rioplatense, dominada mayoritariamente por hombres, y contó con la admiración de las principales figuras de la época como el propio Rubén Darío, Miguel de Unamuno y Manuel Ugarte. La tónica general de su poesía es erótica, con imágenes de honda belleza y originalidad. El mundo de sus poemas es sombrío y atormentado, con versos de una musicalidad excepcional. Su lirismo llega a profundidades metafísicas que contrastan con su juventud. 

    • ¿Te acuerdas? 
      El arroyo fue la serpiente buena... 
      Yo muero extrañamente... 
      No me mata la Vida, 
      ¿Te acuerdas? 
      El arroyo fue la serpiente buena... 
      Fluía triste y triste como un llanto de ciego 
      cuando en las piedras grises 
      donde arraiga la pena 

    • ¡Ojos a toda luz y a toda sombra! 
      Heliotropos del Sueño! Plenos ojos 
      que encandiló el Milagro y que no asombra 
      jamás la vida... Eléctricos cerrojos 
      de profundas estancias; claros broches, 
      broches oscuros, húmedos, temblantes, 

    • Hoy han vuelto. 
      Por todos los senderos de la noche han venido 
      a llorar en mi lecho. 
      ¡Fueron tantos, son tantos! 
      Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto. 
      Me lloraré yo misma para llorarlos todos. 
      La noche bebe el llanto como un pañuelo negro.