Pobrezas, de Eduardo Galeano | Poema

    Poema en español
    Pobrezas

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que no tienen tiempo para perder el tiempo. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que no tienen silencio ni pueden comprarlo. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que tienen piernas que se han olvidado de caminar, 
    como las alas de las gallinas se han olvidado de volar. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que comen basura y pagan por ella como si fuese comida. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que tienen el derecho de respirar mierda, 
    como si fuera aire, sin pagar nada por ella. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres 
    son los que no tienen más libertad de elegir entre uno y otro canal de televisión. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que viven dramas pasionales con las máquinas. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que son siempre muchos y están siempre solos. 

    Pobres, 

    lo que se dice pobres, 
    son los que no saben que son pobres.

    Eduardo Galeano nació en Montevideo el 3 de septiembre de 1940 en el seno de una familia católica de clase media. Hijo de un empleado público y de una gerente de librería, Galeano fue criado en un ambiente de profundas convicciones católicas. Incluso, cuando tenía ocho o nueve años, sostuvo que quería ser santo: "Tuve una infancia muy mística, pero no me fue bien con la santidad". Galeano tiene una larga carrera tanto en el plano personal como en el profesional. Con tan sólo trece años empezó a publicar caricaturas para el diario El Sol. Fue obrero en una fábrica de insecticidas, recaudador, pintor de carteles, mensajero, mecanógrafo, cajero de banco y editor. En la década de los setenta un grupo derechista militar en Uruguay lo encarceló. Por esta causa se marchó a Argentina. Sin embargo allí ocurrió lo mismo. El régimen de Videla tomó el poder tras un sangriento golpe militar y su nombre fue agregado a la lista de aquellos condenados por los escuadrones de la muerte. Días y noches de amor y de guerra, se enmarca en los días de la dictadura en Argentina y Uruguay. En esta ocasión se exilió en Cataluña, en Calella, al norte de Barcelona donde publicó en revistas españolas y colaboró con una radio alemana y un canal de televisión mexicano. En este período escribe su famosa y premiada trilogía Memoria del fuego. En Galeano conviven el periodismo, el ensayo y la narrativa, pero será sobre todo reconocido como un cronista certero y valiente que recuerda el pasado para analizar el futuro que estamos dejando. De trato cordial y perpetuo buen humor, cree que el mejor de sus días "Es aquel que debe todavía estar por venir".

    • Los funcionarios, no funcionan. 
      Los políticos hablan, pero no dicen. 
      Los votantes votan, pero no eligen. 
      Los medios de información desinforman. 
      Los centros de enseñanza, enseñan a ignorar. 
      Los jueces, condenan a las victimas. 

    • Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por muc

    • ¿Ha entrado usted, alguna vez, a un estadio vacío? Haga la prueba. Párese en medio de la cancha y escuche. No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie. 

    • No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele.

    • Juan Ramón Jiménez abrió el sobre en su cama del sanatorio, en las afueras de Madrid. Miró la carta, admiró la fotografía. Gracias a sus poemas, ya no estoy sola. ¡Cuánto he pensado en usted!, confesaba Georgina Hübner, la desconocida admiradora que le escribía desde lejos.