Aunque en ricos montones levantes el cautivo inútil oro; y aunque tus posesiones mejores con ajeno daño y lloro;
y aunque cruel tirano oprimas la verdad, y tu avaricia, vestida en nombre vano, convierta en compra y venta la justicia;
aunque engañes los ojos del mundo a quien adoras: no por tanto no nacerán abrojos agudos en tu alma; ni el espanto
no velará en tu lecho; ni huirás la cúita y agonía, el último despecho; ni la esperanza buena en compañía
del gozo tus umbrales penetrará jamás; ni la Meguera, con llamas infernales, con serpentino azote la alta y fiera
y diestra mano armada, saldrá de tu aposento sola una hora; y ni tendrás clavada la rueda, aunque más puedas, voladora
del Tiempo hambriento y crudo, que viene, con la muerte conjurado, a dejarte desnudo del oro y cuanto tienes más amado; y quedarás sumido en males no finibles y en olvido.