Sobre la falda tenía el libro abierto, en mi mejilla tocaban sus rizos negros no veíamos las letras ninguno, creo, mas guardábamos ambos hondo silencio. ¿Cuánto duró? Ni aun entonces
¿De dónde vengo? El más horrible y áspero de los senderos busca; las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura; los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas, te dirán el camino que conduce a mi cuna.