Rima 76. En la imponente nave, de Gustavo Adolfo Bécquer | Poema

    Poema en español
    Rima 76. En la imponente nave

    En la imponente nave 
    del templo bizantino 
    vi la gótica tumba a la indecisa 
    luz que temblaba en los pintados vidrios. 

    Las manos sobre el pecho, 
    y en las manos un libro, 
    una mujer hermosa reposaba 
    sobre la urna del cincel prodigio. 

    Del cuerpo abandonado 
    al dulce peso hundido, 
    cual si de blanda pluma y raso fuera 
    se plegaba su lecho de granito. 

    De la sonrisa última 
    el resplandor divino 
    guardaba el rostro, como el cielo guarda 
    del sol que muere el rayo fugitivo. 

    Del cabezal de piedra 
    sentados en el filo, 
    dos ángeles, el dedo sobre el labio, 
    imponían silencio en el recinto. 

    No parecía muerta; 
    de los arcos macizos 
    parecía dormir en la penumbra 
    y que en sueños veía el paraíso. 

    Me acerqué de la nave 
    al ángulo sombrío, 
    con el callado paso que llegamos 
    junto a la cuna donde duerme un niño. 

    La contemplé un momento, 
    y aquel resplandor tibio, 
    aquel lecho de piedra que ofrecía 
    próximo al muro otro lugar vacío, 

    en el alma avivaron 
    la sed de lo infinito, 
    el ansia de esa vida de la muerte 
    para la que un instante son los siglos... 



    . . . . . . . . . . 
    . . . . . . . . . . 



    Cansado del combate 
    en que luchando vivo 
    alguna vez me acuerdo con envidia 
    de aquél rincón oscuro y escondido. 

    De aquella muda y pálida 
    mujer me acuerdo y digo: 
    ¡Oh, qué amor tan callado, el de la muerte! 
    ¡Qué sueño el del sepulcro, tan tranquilo! 

    Gustavo Adolfo Bécquer, pseudónimo de Gustavo Claudio Domínguez Bastida, nació en Sevilla en 1836, e ingresó a los diez años en un colegio de huérfanos. Vivió más tarde con su madrina, donde empezó a leer a los autores realistas y románticos. En 1854 se instaló en Madrid. En 1857, sufrió una grave enfermedad. Posteriormente se dedicó al periodismo. Entre 1859 y 1861 escribe las primeras rimas y siete leyendas. En 1863 se recluye en el monasterio de Veruela, donde escribió Cartas desde mi celda. En 1868 Bécquer rompe con su esposa y se instala en Toledo. Reescribe las rimas. En 1870 muere su hermano Valeriano, el pintor, y tres meses más tarde él, en Madrid. Además de como poeta, donde revela una extrema sensibilidad, destaca como prosista, donde combina con maestría lo terrorífico y lo legendario.