No es nada de tu cuerpo, de Jaime Sabines | Poema

    Poema en español
    No es nada de tu cuerpo

    No es nada de tu cuerpo 
    ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, 
    ni ese lugar secreto que los dos conocemos, 
    fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro. 
    No es tu boca -tu boca 
    que es igual que tu sexo-, 
    ni la reunión exacta de tus pechos, 
    ni tu espalda dulcísima y suave, 
    ni tu ombligo en que bebo. 
    Ni son tus muslos duros como el día, 
    ni tus rodillas de marfil al fuego, 
    ni tus pies diminutos y sangrantes, 
    ni tu olor, ni tu pelo. 
    No es tu mirada -¿qué es una mirada?- 
    triste luz descarriada, paz sin dueño, 
    ni el álbum de tu oído, ni tus voces, 
    ni las ojeras que te deja el sueño. 
    Ni es tu lengua de víbora tampoco, 
    flecha de avispas en el aire ciego, 
    ni la humedad caliente de tu asfixia 
    que sostiene tu beso. 
    No es nada de tu cuerpo, 
    ni una brizna, ni un pétalo, 
    ni una gota, ni un grano, ni un momento. 

    Es sólo este lugar donde estuviste, 
    estos mis brazos tercos.

    • Después de todo -pero después de todo- 
      sólo se trata de acostarnos juntos, 
      se trata de la carne, 
      de los cuerpos desnudos, 
      lámpara de la muerte en el mundo. 

      Gloria degollada, sobreviviente 
      del tiempo sordomudo 
      mezquina paga de los que mueren juntos. 

    • Sólo en sueños, 
      sólo en el otro mundo del sueño te consigo, 
      a ciertas horas, cuando cierro puertas 
      detrás de mí. 
      ¡Con qué desprecio he visto a los que sueñan, 
      y ahora estoy preso en su sortilegio, 
      atrapado en su red! 

    • No es nada de tu cuerpo 
      ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre, 
      ni ese lugar secreto que los dos conocemos, 
      fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro. 
      No es tu boca -tu boca 
      que es igual que tu sexo-, 
      ni la reunión exacta de tus pechos, 

    • Pequeña del amor, tú no lo sabes, 
      tú no puedes saberlo todavía, 
      no me conmueve tu voz 
      ni el ángel de tu boca fría, 
      ni tus reacciones de sándalo 
      en que perfumas y expiras, 
      ni tu mirada de virgen 
      crucificada y ardida. 

    • Un ropero, un espejo, una silla, 
      ninguna estrella, mi cuarto, una ventana, 
      la noche como siempre, y yo sin hambre, 
      con un chicle y un sueño, una esperanza. 
      Hay muchos hombres fuera, en todas partes, 
      y más allá la niebla, la mañana. 

    • Pasa el lunes y pasa el martes 
      y pasa el miércoles y el jueves y el viernes 
      y el sábado y el domingo, 
      y otra vez el lunes y el martes 
      y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere 
      dormir, 
      la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón 

    • Mansamente, insoportablemente, me dueles. 
      Toma mi cabeza. Córtame el cuello. 
      Nada queda de mí después de este amor. 

      Entre los escombros de mi alma, búscame, 
      escúchame. 
      En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama, 
      pide tu asombro, tu iluminado silencio. 

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