Ella no fue, entre todas, la más bella, pero me dio el amor más hondo y largo. Otras me amaron más; y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella.
Acaso fue porque la amé de lejos, como una estrella desde mi ventana... Y la estrella que brilla más lejana nos parece que tiene más reflejos.
Tuve su amor como una cosa ajena como una playa cada vez más sola, que únicamente guarda de la ola una humedad de sal sobre la arena.
Ella estuvo en mis brazos sin ser mía, como el agua en cántaro sediento, como un perfume que se fue en el viento y que vuelve en el viento todavía.
Me penetró su sed insatisfecha como un arado sobre llanura, abriendo en su fugaz desgarradura la esperanza feliz de la cosecha.
Ella fue lo cercano en lo remoto, pero llenaba todo lo vacío, como el viento en las velas del navío, como la luz en el espejo roto.
Por eso aún pienso en la mujer aquella, la que me dio el amor más hondo y largo... Nunca fue mía. No era la más bella. Otras me amaron más... Y, sin embargo, a ninguna la quise como a ella.
Te digo adiós, y acaso te quiero todavía. Quizá no he de olvidarte, pero te digo adiós. No sé si me quisiste... No sé si te quería... O tal vez nos quisimos demasiado los dos.
Vuestro amigo, es la respuesta a vuestras necesidades. Es vuestro campo, que sembráis con amor, y cosecháis con gratitud. Y es vuestra mesa, y el fuego de vuestro hogar. Porque acudís a él para saciar vuestra hambre. y lo buscáis en procura de paz.
Pasarás por mi vida sin saber que pasaste. Pasarás en silencio por mi amor y, al pasar, fingiré una sonrisa como un dulce contraste del dolor de quererte... y jamás lo sabrás.
Quizás estando sola, de noche, en tu aposento oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento que existen ciertamente, pero que no se ven...
Recuerdo bien que te cerré la puerta. Sé que llamaste, y sé que no te abrí... Y ahora miro la puerta, y está abierta, y te siento de pronto junto a mí.