El canto del cosaco, de José de Espronceda | Poema

    Poema en español
    El canto del cosaco

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     ¡Hurra! ¡a caballo, hijos de la niebla! 
    Suelta la rienda, a combatir volad: 
    ¿veis esas tierras fértiles?, las puebla 
    gente opulenta, afeminada ya. 

     Casas, palacios, campos y jardines, 
    todo es hermoso y refulgente allí: 
    son sus hembras celestes serafines, 
    su sol alumbra un cielo de zafir. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     Nuestros sean su oro y sus placeres, 
    gocemos de ese campo y ese sol; 
    son sus soldados menos que mujeres, 
    sus reyes viles mercaderes son. 

     Vedlos huir para esconder su oro, 
    vedlos cobardes lágrimas verter... 
    ¡Hurra! volad: sus cuerpos, su tesoro 
    huellen nuestros caballos con sus pies. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     Dictará allí nuestro capricho leyes, 
    nuestras casas alcázares serán, 
    los cetros y coronas de los reyes 
    cual juguetes de niños rodarán. 

     ¡Hurra! ¡volad! a hartar nuestros deseos: 
    las más hermosas nos darán su amor, 
    y no hallarán nuestros semblantes feos, 
    que siempre brilla hermoso el vencedor. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     Desgarraremos la vencida Europa 
    cual tigres que devoran su ración; 
    en sangre empaparemos nuestra ropa 
    cual rojo manto de imperial señor. 

     Nuestros nobles caballos relinchando 
    regias habitaciones morarán; 
    cien esclavos, sus frentes inclinando, 
    al mover nuestros ojos temblarán. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     Venid, volad, guerreros del desierto, 
    como nubes en negra confusión, 
    todos suelto el bridón, el ojo incierto, 
    todos atropellándose en montón. 

     Id en la espesa niebla confundidos, 
    cual tromba que arrebata el huracán, 
    cual témpanos de hielo endurecidos 
    por entre rocas despeñados van. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     Nuestros padres un tiempo caminaron 
    hasta llegar a una imperial ciudad; 
    un sol más puro es fama que encontraron, 
    y palacios de oro y de cristal. 

     Vadearon el Tibre sus bridones, 
    yerta a sus pies la tierra enmudeció; 
    su sueño con fantásticas canciones 
    la fada de los triunfos arrulló. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     ¡Qué! ¿No sentís la lanza estremecerse, 
    hambrienta en vuestras manos de matar? 
    ¿No veis entre la niebla aparecerse 
    visiones mil que el parabién nos dan? 

     Escudo de esas míseras naciones 
    era ese muro que abatido fue; 
    la gloria de Polonia y sus blasones 
    en humo y sangre convertidos ved. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     ¿Quién en dolor trocó sus alegrías? 
    ¿Quién sus hijos triunfante encadenó? 
    ¿Quién puso fin a sus gloriosos días? 
    ¿Quién en su propia sangre los ahogó? 

     ¡Hurra, cosacos! ¡gloria al más valiente! 
    Esos hombres de Europa nos verán: 
    ¡Hurra! nuestros caballos en su frente 
    hondas sus herraduras marcarán. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     A cada bote de la lanza ruda, 
    a cada escape en la abrasada lid, 
    la sangrienta ración de carne cruda 
    bajo la silla sentiréis hervir. 

     Y allá después en templos suntüosos, 
    sirviéndonos de mesa algún altar, 
    nuestra sed calmarán vinos sabrosos, 
    hartará nuestra hambre blanco pan. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

     Y nuestras madres nos verán triunfantes, 
    y a esa caduca Europa a nuestros pies, 
    y acudirán de gozo palpitantes 
    en cada hijo a contemplar un rey. 

     Nuestros hijos sabrán nuestras acciones, 
    las coronas de Europa heredarán, 
    y a conquistar también otras regiones 
    el caballo y la lanza aprestarán. 

     ¡Hurra, cosacos del desierto! ¡Hurra! 
    La Europa os brinda espléndido botín: 
    sangrienta charca sus campiñas sean, 
    de los grajos su ejército festín. 

    • De los hombres lanzado al desprecio, 
      de su crimen la víctima fui, 
      y se evitan de odiarse a sí mismos, 
      fulminando sus odios en mí. 
              Y su rencor 
      al poner en mi mano, me hicieron 
              su vengador; 
              y se dijeron