Canto a Teresa, de José de Espronceda | Poema

    Poema en español
    Canto a Teresa

    ¡Oh, Teresa! ¡Oh, dolor! Lágrimas mías 
    ¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares? 
    ¿Por qué, por qué como en mejores días 
    no consoláis vosotras mis pesares? 
    ¡Oh, los que no sabéis las agonías 
    de un corazón que penas a millares, 
    ¡ay!, desgarraron y que ya no llora, 
    ¡piedad tened de mi tormento ahora! 
    ¡Oh, dichosos mil veces, sí, dichosos 
    los que podéis llorar, y, ¡ay! , sin ventura 
    de mí, que entre suspiros angustiosos 
    ahogar me siento en mi infernal tortura! 
    ¡Refuércese entre nudos dolorosos 
    mi corazón, gimiento de amargura ! 
    También tu corazón, hecho pavesa, 
    ¡ay!, llegó a no llorar, ¡pobre Teresa! 
    ¿Quién pensará jamás, Teresa mía, 
    que fuera eterno manantial de llanto 
    tanto inocente amor, tanta alegría, 
    tantas delicias y delirio tanto? 
    ¿Quién pensara jamás llegase un día 
    en que perdido el celestial encanto 
    y caída la venda de los ojos, 
    cuanto diera placer causara enojos? 

    ¡Pobre Teresa! ¡Al recordarle siento 
    un pesar tan intenso...! Embarga impío 
    mi quebrantada voz mi sentimiento, 
    y suspira tu nombre el labio mío; 
    para allí su carrera el pensamiento, 
    hiela mi corazón punzante frío, 
    ante mis ojos la funesta losa 
    donde, vil polvo, tu beldad reposa. 

    • De los hombres lanzado al desprecio, 
      de su crimen la víctima fui, 
      y se evitan de odiarse a sí mismos, 
      fulminando sus odios en mí. 
              Y su rencor 
      al poner en mi mano, me hicieron 
              su vengador; 
              y se dijeron