Marchitas ya las juveniles flores, nublado el sol de la esperanza mía, hora tras hora cuento, y mi agonía crecen, y mi ansiedad y mis dolores. Sobre terso cristal, ricos colores pinta alegre, tal vez, mi fantasía, cuando la dura realidad sombría mancha el cristal y empaña sus fulgores.
Los ojos vuelvo en incesante anhelo, y gira en torno indiferente el mundo y en torno gira indiferente el cielo.
A ti las quejas de mi mal profundo, hermosa sin ventura, yo te envío. Mis versos son tu corazón y el mío.
De los hombres lanzado al desprecio, de su crimen la víctima fui, y se evitan de odiarse a sí mismos, fulminando sus odios en mí. Y su rencor al poner en mi mano, me hicieron su vengador; y se dijeron