La carrera del mar sobre mi puerta es sensación azul entre mis dedos, y tu salto impetuoso por mi espíritu es no menos azul, me nace eterno.
Todo el color de aurora despertada el mar y tú lo nadan a mi encuentro, y en locura de amarme hasta el naufragio van rompiendo los puertos y los remos.
¡Si tuviera yo un barco de gaviotas, para sólo un instante detenerlos, y gritarle mi voz a que se batan en un sencillo duelo de misterio!
Que uno en el otro encuentren su voz propia, que entrelacen sus sueños en el viento, que se ciñan estrellas en los ojos para que den, unidos, sus destellos.
Que sea un duelo de música en el aire las magnolias abiertas de sus besos, que las olas se vistan de pasiones y la pasión se vista de veleros.
Todo el color de aurora despertada el mar y tú lo estiren en un sueño que se lleve mi barco de gaviotas y me deje en el agua de dos cielos.
Soy ola de abandono, derribada, tendida, sobre un inmenso azul de sueños y de alas. Tú danzas por el agua redonda de mis ojos con la canción más fresca colgando de tus labios. ¡No la sueltes, que el viento todavía azota fuerte por mis brazos mojados,
Con los ojos cerrados amplia de voces íntimas me detengo en el siglo de mi pena dormida. La contemplo en su sueño... Duerme su noche triste despegada del suelo donde arranca mi vida. Ya no turba la mansa carrera de mi alma
Yo fui la más callada de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.
No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales, ni las sordas campanas de ancestrales reflejos; mi ruta era la música salvaje de los pájaros que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.