¡Si fuera todo mar, para nunca salirme de tu senda!
¡Si Dios me hiciera viento, para siempre encontrarme por tus velas!
¡Si el universo acelerara el paso, para romper los ecos de esta ausencia!
Cuando regreses, rodará en mi rostro la enternecida claridad que sueñas. Para mirarte, amado, en mis ojos hay público de estrellas.
Cuando me tomes, trémulo, habrá lirios naciendo por mi tierra, y algún niño dormido de caricia en cada nido azul que te detenga.
Nuestras almas, como ávidas gaviotas, se tenderán al viento de la entrega, y yo, fuente de olas, te haré cósmico... ¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!
Recogeremos albas infinitas, las que duermen al astro en la palmera, las que prenden el trino en las alondras y levantan el sueño de las selvas.
En cada alba desharemos juntos este poema exaltado de la espera, y detendremos de emoción al mundo al regalo nupcial de auroras nuestras.
Soy ola de abandono, derribada, tendida, sobre un inmenso azul de sueños y de alas. Tú danzas por el agua redonda de mis ojos con la canción más fresca colgando de tus labios. ¡No la sueltes, que el viento todavía azota fuerte por mis brazos mojados,
Con los ojos cerrados amplia de voces íntimas me detengo en el siglo de mi pena dormida. La contemplo en su sueño... Duerme su noche triste despegada del suelo donde arranca mi vida. Ya no turba la mansa carrera de mi alma
Yo fui la más callada de todas las que hicieron el viaje hasta tu puerto.
No me anunciaron lúbricas ceremonias sociales, ni las sordas campanas de ancestrales reflejos; mi ruta era la música salvaje de los pájaros que soltaba a los aires mi bondad en revuelo.