Ten una voz, mujer, que pueda decir mis versos y pueda volverme sin enojo, cuando sueñe desde el cielo a la tierra... Ten una voz, mujer, que cuando me despierte no me hiera... Ten una voz, mujer, que no haga daño cuando me pregunte: ¿qué piensas? Ten una voz, mujer, que pueda cuando yo esté contando las estrellas decirme de tal modo ¿qué cuentas? que al volver hacia ti los ojos crea que pasé contando de una estrella a otra estrella. Ten una voz, mujer, que sea cordial como mi verso y clara como una estrella.
Aquí estoy... En este mundo todavía... Viejo y cansado... Esperando a que me llamen... Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita y condenada y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro y me ha dicho severo:
Tu estabas dormida como el agua que duerme en la alberca... y yo llegué a ti como llega hasta el agua que duerme la piedra. Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste como en ondas el agua que duerme se quiebra cuando llega