He llegado al final... ¿Quién me ha traído hasta aquí... y por qué me han traído hasta aquí? Yo no quería cantar... Y ahora parece que este era solo mi destino: cantar, rezar, gritar, llorar, blasfemar... Y con una voz de publicano, con una voz de energúmeno, con una voz parda, rota, agria, irritante... ¿Y tengo que dejar todo esto escrito aquí?... Lo dejaré como un pecador que escribe sus pecados y se los dice a su hermano avergonzado. Tal vez todo no sea más que un examen de conciencia para hacer una buena confesión. ¡Pero si Dios lo sabe todo! Mas yo debo pensar que Dios no sabe nada. Y alguien hay en el mundo que no sabe que yo fui un pobre hombre que apenas pudo hablar. ¡Ah, si hubiese podido hablar! Si ahora pudiese decir sencillamente... si pudiese empezar otra vez calladamente diciendo: Yo me confieso, Señor... Ten misericordia de mí.
Aquí estoy... En este mundo todavía... Viejo y cansado... Esperando a que me llamen... Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita y condenada y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro y me ha dicho severo:
Tu estabas dormida como el agua que duerme en la alberca... y yo llegué a ti como llega hasta el agua que duerme la piedra. Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste como en ondas el agua que duerme se quiebra cuando llega