No he venido a cantar, podéis llevaros la guitarra. No he venido tampoco, ni estoy aquí arreglando mi expediente para que me canonicen cuando muera. He venido a mirarme la cara en las lágrimas que caminan hacia el mar, por el río y por la nube... Y en las lágrimas que se esconden en el pozo, en la noche y en la sangre... He venido a mirarme la cara en todas las lágrimas del mundo. Y también a poner una gota de azogue, de llanto, una gota siquiera de mi llanto, en la gran luna de este espejo sin límites, donde me miren y se reconozcan los que vengan. He venido a escuchar otra vez esta vieja sentencia en las tinieblas: Ganarás el pan con el sudor de tu frente y la luz con el dolor de tus ojos. Tus ojos son las fuentes del llanto y de la luz.
Nadie fue ayer, ni va hoy, ni irá mañana hacia Dios por este mismo camino que yo voy. Para cada hombre guarda un rayo nuevo de luz el sol... y un camino virgen Dios.