Pero ¿qué están hablando esos poetas de ahí de la palabra? Siempre en discusiones de modisto: que si desceñida o apretada... que si la túnica o que si la casaca... La palabra es un ladrillo, ¿Me oísteis?... ¿Me ha oído usted, Señor Arcipreste? Un ladrillo. El ladrillo para levantar la Torre... y la Torre tiene que ser alta... alta, alta... hasta que no pueda ser más alta. Hasta que llegue a la última cornisa de la última ventana del último sol y no pueda ser más alta. Hasta que ya entonces no quede más que un ladrillo solo, el último ladrillo... la última palabra, Para tirárselo a Dios, con la fuerza de la blasfemia o de la plegaria... Y romperle la frente... a ver si dentro de su cráneo está la Luz o está la Nada.
Aquí estoy... En este mundo todavía... Viejo y cansado... Esperando a que me llamen... Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita y condenada y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro y me ha dicho severo:
Tu estabas dormida como el agua que duerme en la alberca... y yo llegué a ti como llega hasta el agua que duerme la piedra. Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste como en ondas el agua que duerme se quiebra cuando llega