Pie para el niño de Vallecas de Velázquez, de León Felipe | Poema

    Poema en español
    Pie para el niño de Vallecas de Velázquez

    Bacía, Yelmo, Halo. 
    Este es el orden, Sancho. 

    De aquí no se va nadie. 

    Mientras esta cabeza rota 
    del Niño de Vallecas exista, 
    de aquí no se va nadie. Nadie. 
    Ni el místico ni el suicida. 

    Antes hay que deshacer este entuerto, 
    antes hay que resolver este enigma. 
    Y hay que resolverlo entre todos, 
    y hay que resolverlo sin cobardía, 
    sin huir 
    con unas alas de percalina 
    o haciendo un agujero 
    en la tarima. 
    De aquí no se va nadie. Nadie. 
    Ni el místico ni el suicida. 

    Y es inútil, 
    inútil toda huida 
    (ni por abajo 
    ni por arriba). 
    Se vuelve siempre. Siempre. 
    Hasta que un día (¡un buen día!) 
    el yelmo de Mambrino 
    —halo ya, no yelmo ni bacía— 
    se acomode a las sienes de Sancho 
    y a las tuyas y a las mías 
    como pintiparado, 
    como hecho a la medida. 
    Entonces nos iremos todos 
    por las bambalinas. 
    Tú, y yo, y Sancho, y el Niño de Vallecas, 
    y el místico, y el suicida.

    • Aquí estoy... 
      En este mundo todavía... Viejo y cansado... Esperando 
          a que me llamen... 
      Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita 
          y condenada 
      y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro 
          y me ha dicho severo: 

    • Tu estabas dormida 
      como el agua que duerme en la alberca... 
      y yo llegué a ti 
      como llega 
      hasta el agua que duerme 
      la piedra. 
      Turbé tu remanso y en ondas de amor te quebraste 
      como en ondas el agua que duerme se quiebra 
      cuando 
      llega