Decir: hacer, de Octavio Paz | Poema

    Poema en español
    Decir: hacer

    A Román Jakobson 





    Entre lo que veo y digo, 
    entre lo que digo y callo, 
    entre lo que callo y sueño, 
    entre lo que sueño y olvido, 
    la poesía. 
    Se desliza 
    entre el sí y el no: 
    dice 
    lo que callo, 
    calla 
    lo que digo, 
    sueña 
    lo que olvido. 
    No es un decir: 
    es un hacer. 
    Es un hacer 
    que es un decir. 
    La poesía 
    se dice y se oye: 
    es real. 
    Y apenas digo 
    es real, 
    se disipa. 
    ¿Así es más real? 





    Idea palpable, 
    palabra 
    impalpable: 
    la poesía 
    va y viene 
    entre lo que es 
    y lo que no es. 
    Teje reflejos 
    y los desteje. 
    La poesía 
    siembra ojos en la página, 
    siembra palabras en los ojos. 
    Los ojos hablan, 
    las palabras miran, 
    las miradas piensan. 
    Oír 
    los pensamientos, 
    ver 
    lo que decimos, 
    tocar 
    el cuerpo de la idea. 
    Los ojos 
    se cierran, 
    las palabras se abren.

    Octavio Paz (1914-1998), poeta, ensayista, traductor, dramaturgo y cuentista mexicano, fue diplomático y profesor en universidades europeas y norteamericanas. En 1963 fue distinguido con el Gran Premio Internacional de Poesía, y después con el Premio Cervantes 1981 y el Premio Nobel de Literatura 1990. Desde 1977, hasta su muerte, dirigió la revista Vuelta (Premio Príncipe de Asturias 1992). Publicó, entre otros numerosos libros, los de poesía Libertad bajo palabra, Salamandra, Ladera este, Árbol adentro, así como los ensayos El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Puertas al campo, Corriente alterna, Cuadrivio, Los hijos del limo o El ogro filantrópico, y el monumental estudio Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, por citar algunos. 

    • ¿Por qué tocas mi pecho nuevamente? 
      Llegas, silenciosa, secreta, armada, 
      tal los guerreros a una ciudad dormida; 
      quemas mi lengua con tus labios, pulpo, 
      y despiertas los furores, los goces, 
      y esta angustia sin fin 
      que enciende lo que toca 

    • Es una calle larga y silenciosa. 
      Ando en tinieblas y tropiezo y caigo 
      y me levanto y piso con pies ciegos 
      las piedras mudas y las hojas secas 
      y alguien detrás de mí también la pisa: 
      si me detengo, se detiene; 
      si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.