De la gloria a tus pitones, bajé, gorrión de oro, a jugar contigo al toro, no a pedirte explicaciones. ¡A ver si te las compones y vuelves vivo al chiquero!
¡Qué salero! ¡Cógeme, torillo fiero!
Alas en las zapatillas, céfiros en las hombreras, canario de las barreras, vuelas con las banderillas. Campanillas te nacen en las chorreras.
¡Qué salero! ¡Cógeme, torillo fiero!
Te digo y te lo repito, para no comprometerte, que tenga cuernos la muerte a mí se me importa un pito. Da, toro torillo, un grito y ¡a la gloria en angarillas!
¡Qué salero! ¡Que te arrastran las mulillas! ¡Cógeme, torillo fiero!
Rafael Alberti nació en 1902 en Puerto de Santa María, Cádiz. Publicó su primer libro de versos en 1925, Marinero en tierra, que Juan Ramón Jiménez prologó con una fraternal carta. En ella, Juan Ramón se confesaba compatriota de Alberti "por tierra, mar y cielo del oeste andaluz". Andalucía es la materia prima de su primer libro, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura. El paisaje de la bahía de Cádiz, la tierra y el cielo andaluces y recuerdos de la infancia alimentan La amante (Canciones), publicado en 1926, asumiendo la apariencia de un manual de geografía lírica. Algunos críticos consideran tres fases en su obra: la primera de una raíz popular, fresca, graciosa y ágil; la segunda, un retorno a la tradición culta bajo el influjo de Góngora; y por último, un estilo en el que el humor es casi amargura, con innovaciones surrealistas y un depurado intelectualismo. A partir de 1931, sin pretenderlo, su obra cobra un cariz político. En 1976 regresa a España y es elegido al año siguiente diputado por Cádiz del Partido Comunista, cargo al que renunciaría para dedicarse a su obra. Recibió el Premio Cervantes en 1983. Falleció en Puerto de Santa María, Cádiz, en 1999.
Es más, estáis de acuerdo con los asesinos, con los jueces, con los legajos turbios de los ministerios, con esa bala que de pronto puede haceros morder el sabor de las piedras o esas celdas oscuras de humedad y de oprobio
Las tierras, las tierras, las tierras de España, las grandes, las solas, desiertas llanuras. Galopa, caballo cuatralbo, jinete del pueblo, al sol y a la luna.
¡A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar!