¡Despierta, despierta, mi pequeño!
Tú eras la única alegría de tu madre;
¿Por qué lloras en tu sueño tranquilo?
¡Despierta! Tu padre te protege.
Tigre, tigre, brillo ardiente
en las selvas de la noche,
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo forjar tu terrible simetría?
¿En qué distantes abismos o cielos
ardió el fuego de tus ojos?
¿En qué alas atrevidas te elevaste?
¿Qué atrevida mano apresó el fuego?
¿Y qué hombro y qué arte
pudo torcer las fibras de tu corazón?
¿Y cuando tu corazón comenzaba a latir,
con qué mano temerosa y con qué pie?
¿Qué martillo, qué cadena,
en qué horno fue tu mente?
¿En qué yunque? ¿Qué medrada opresión
osa estrechar el terror más implacable?
Cuando arrojaron sus lanzas las estrellas
y las aguas del cielo con sus lágrimas,
al mirar Su trabajo, ¿Él se sonrió?
Él, que hizo al Cordero, ¿te hizo a ti?
Tigre, tigre, brillo ardiente
en las selvas de la noche,
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó forjar tu terrible simetría?