La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe
La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe
dentro del lenguaje humano.
Dichosa tú que su palma
has llegado a merecer,
conmoviendo a tu placer
la mejor parte del alma.
Tu voz infunde la calma
y arrebata y enamora...
¡Ay de mí! Tu seductora
y celestial armonía,
¡cuántas veces calmaría
este afán que me devora!
Adelardo López de Ayala y Herrera, nacido en Guadalcanal (Sevilla), osciló permanentemente entre la política y la literatura. Aficionado al teatro desde niño, comenzó escribiendo dramas históricos que no tuvieron gran éxito (Los dos Guzmanes y Un hombre de Estado), así que decidió probar suerte con las zarzuelas, La Estrella de Madrid (1853), Los comuneros (1855), Guerra a muerte (1855) y El Conde de Castralla (1856). Su consagración llegó con la obra de alta comedia Rioja, estrenada en Madrid en 1854. Continuó desarrollando el género, abordando temas de la vida cotidiana y los entresijos de la condición humana, hasta convertirse en uno de sus mayores exponentes con El tejado de vidrio (1856), El tanto por ciento (1861), El nuevo don Juan (1863), Consuelo (1878), etc. Participó en la Revolución de 1968 contra Isabel II y fue ministro de Ultramar en varias ocasiones, durante el reinado de Amadeo I de Saboya (1870-1871) y durante la Primera República (1872 y 1874). También fue presidente del Congreso de los Diputados y miembro de la Real Academia Española.
La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe