Pienso a veces, de Álvaro Mutis | Poema

    Poema en español
    Pienso a veces

    Pienso a veces que ha llegado la hora de callar. 
    Dejar a un lado las palabras, 
    las pobres palabras usadas 
    hasta sus últimas cuerdas, 
    vejadas una y otra vez 
    hasta haber perdido 
    el más leve signo 
    de su original intención 
    de nombrar las cosas, los seres, 
    los paisajes, los ríos 
    y las efímeras pasiones de los hombres 
    montados en sus corceles 
    que atavió la vanidad 
    antes de recibir la escueta, 
    la irrebatible lección de la tumba. 

    Siempre los mismos, 
    gastando las palabras 
    hasta no poder, siquiera, orar con ellas, 
    ni exhibir sus deseos 
    en la parca extensión de sus sueños, 
    sus mendicantes sueños, 
    más propicios a la piedad y al olvido 
    que al vano estertor de la memoria. 

    Las palabras, en fin, cayendo 
    al pozo sin fondo 
    donde van a buscarlas 
    los infatuados tribunos 
    ávidos de un poder 
    hecho de sombra y desventura. 

    Inmerso en el silencio, 
    sumergido en sus aguas tranquilas 
    de acequia que detiene su curso 
    y se entrega al inmóvil 
    sosiego de las lianas, 
    al imperceptible palpitar de las raíces; 
    en el silencio, ya lo dijo Rimbaud, 
    ha de morar el poema, 
    el único posible ya, 
    labrado en los abismos 
    en donde todo lo nombrado 
    perdió hace mucho tiempo 
    la menos ocasión de subsistir, 
    de instaurar su estéril mentira 
    tejida en la rala trama de las palabras 
    que giran sin sosiego en el vacío 
    donde van a perderse 
    las necias tareas de los hombres. 
    Pienso a veces que ha llegado la hora de callar, 
    pero el silencio sería entonces 
    un premio desmedido, 
    una gracia inefable 
    que no creo haber ganado todavía. 

    • Cala tu miseria, 
      sondéala, conoce sus más escondidas cavernas. 
      Aceita los engranajes de tu miseria, 
      ponla en tu camino, ábrete paso con ella 
      y en cada puerta golpea 
      con los blancos cartílagos de tu miseria. 
      Compárala con la de otras gentes