Masticamos embutidos burgaleses frente a la Torre de Londres.
Mientras un par de gaviotas defecan sobre los inmortales leones.
Y una miríada de japoneses inmoviliza el instante.
Pensamos en lo que nos dijo el simpaticorro guía catalán.
(Tenía perilla y ganas de demostrar lo bien que se lo pasaba).
'Mientras haya cuervos en la Bloody Tower, la Casa Real británica permanecerá en el trono'.
David clava en mi pupila su pupila azul.
'Podemos venir con una escopeta y no dejar uno'.
Digo que sí con la cabeza.
'Y de paso nos cargamos unas cuantas gaviotas. ¿Te parece?'.
'Wonderful', chapurreo.
David me sonríe y echa un largo trago de su lata de sidra.
...
Por aquel entonces éramos jóvenes y felices.