Eres demasiado joven para encadenarte. Demasiado egoísta, demasiado infantil. Piensas en lo tuyo pero no lo agarras. No lo trabajas tanto como deberías.
Ella dijo que eres lo más importante del mundo. Todos lo somos.
Supera la incertidumbre. Pocas cosas hay seguras en esto que catalogamos como existencia. Disfruta. Échale huevos. No vas a ser el perrito faldero de nadie. No quieres odiarla por ello. No vale la pena darle gusto ahora, si se lo vas a re- prochar de por vida.
Piensa en qué coño quieres. Y en qué coño necesitas para conseguirlo. Sin distracciones. Sin pajas mentales. Persigue tu objetivo, aunque sea lo único que hagas.
Por mucho que te esfuerces en ser un ciudadano de bien, tarde o temprano, todo eso que llevas dentro va a provocarte una profunda insatisfacción y tristeza. Entonces, o prendes fuego a la oficina, o te alcoholizas, o te lanzas al vacío.
Siempre. Necesitas hacer lo que necesitas.
Ahora. Necesitas que ella haga lo que necesitas que haga.
Me hubiera gustado escribir la continuación de la historia de la hiedra moribunda. De verdad. Pero ha sido reemplazada por una rolliza planta de Aloe Vera.
Masticamos embutidos burgaleses frente a la Torre de Londres. Mientras un par de gaviotas defecan sobre los inmortales leones. Y una miríada de japoneses inmoviliza el instante.