Tarde de aventuras, de Álvaro Sarró | Poema

    Poema en español
    Tarde de aventuras

    La moto del tío Javi es nuestra Argos particular.
    Estilo scooter, 125 cc.

    Trazamos una curva de ballesta sobre mares de espigas.
    Anclamos en las faldas de la loma.
    Subimos a la ermita de San Jorde.
    Dentro hay cutres pintadas satánicas y mierdas de lobo.
    Tablones sueltos, puntas oxidadas y retorcidas.
    Un sarcófago de piedra maciza, abierto.
    Alguien se ha llevado la pila bautismal.
    Nos largamos rápidamente.

    Luego, reímos comentando la jugada.
    Vemos una bandada de pájaros levantando el vuelo.
    Pero, como correctos chicos de ciudad, no sabemos reconocerlos.
    Contemplamos embelesados (sí, así exactamente) el majestuoso derramarse del astro rey por todo el contorno.
    Lanzándonos en diagonal hacia el centro de la Tierra.
    Volando a la vera de los chopos.
    Escuchamos un CLOC y, en adelante, un insistente RUNRUN.
    Al cabo, detengo la moto.
    Y nos toca volver a por el tubo de escape.
    David lo transportará colgado del brazo.

    Después atravesamos una nube de mosquitos.
    Me los llevo puestos en ojos, nariz y boca.
    Más allá el camino se bifurca.
    Elegimos el que no era.
    Y nuestra ruta se extravía, alejándonos de la meta.

    Acercándonos a la angustia.
    Al pueblo fantasma, a la ermita abandonada.
    Enhebramos la cuesta con la vehemencia del trastornado.
    Derrapamos en pendiente por extensión de interminables segundos.
    La siniestra cruz del campanario recorta el cada
    vez más oscuro cielo estival.
    Botamos y rebotamos, y bendigo para mis adentros al ensamblador de los amortiguadores.
    Somos la luz de un velero ardiendo en los confines del océano.
    Atravesando surcos y arroyos secos para escapar.
    Me duelen los dedos y la muñeca de retorcer el acelerador.
    David se agarra como puede, con el brazo izquierdo.
    Malmete desde la plaza de copiloto.
    'Vamos a morir, macho. Seremos pasto de las alimañas'.
    El tubo de escape es un engorro de primera categoría.
    Las ruedas se han vaciado.
    El motor se apaga cuando se apaga el sol.
    Lo intentamos arrancar mil veces.
    Con manos sucias de grasa y polvo del camino.
    David llama a su tío por si nos puede recoger con el remolque.
    Pero se queda sin batería.
    Yo me lo he dejado en casa.
    El mal karma, siempre.
    Nos toca volver empujando.
    Creemos ver ojos en las tierras colindantes.
    Esmeraldas a la luz de las estrellas.
    El pasado invierno los lobos devoraron a un par de perros...

    Refresca y estornudamos.
    Sudando.
    Los pechos de Juno dibujan nuestro camino.
    La Vid de Ojeda titila a lo lejos.

    • La chusta humea a pocos metros, junto a la mierda fresca de un perro-patada.
      A. debe de estar al caer.
      Nos recogerá en un C4 rojo con corazones pintados en los empañados cristales.
      Ya habrá dejado a su satisfecha novia en casa.
      (Más me vale).

    • Los recuerdos atribulan, aunque no sólo.
      Los dolorosos cuesta sacárselos de la cabeza.
      Con tiempo y esfuerzo pueden sepultarse, malamente, pero siempre hay algo que los hace aflorar.
      Y desgarran muchas facetas, muy adentro.
      Los felices son aún peores.