Y juró por el que vive en los siglos de los siglos, que no habrá más tiempo...
I
Y vi las sombras de los que fueron, en sus sepulcros, y así clamaron: «¡Ay, de los vientres que concibieron! ¡Ay, de los senos que amamantaron!»
II
«La noche asperja los cielos de oro; mas cada estrella del negro manto es una gota de nuestro lloro... ¿Verdad que hay muchas? ¡Lloramos tanto...!»
III
«¡Ay, de los seres que se quisieron y en mala hora nos engendraron! ¡Ay, de los vientres que concibieron! ¡Ay, de los senos que amamantaron!»
IV
Huí angustiado, lleno de horrores; pero la turba conmigo huía, y con sollozos desgarradores su ritornello feroz seguía.
V
«¡Ay, de los seres que se quisieron Y en mala hora nos engendraron! ¡Ay, de los vientres que concibieron! ¡Ay, de los senos que amamantaron!»
VI
Y he aquí los astros - ¡chispas de fraguas del viejo cosmos! - que descendían Y, al apagarse sobre las aguas, en hiel y absintio las convertían.
VII
Y a los fantasmas su voz unieron los Siete Truenos; estremecieron el Infinito y así clamaron: «¡Ay, de los vientres que concibieron! ¡Ay, de los senos que amamantaron!»
Cada rosa gentil ayer nacida, cada aurora que apunta entre sonrojos, dejan mi alma en el éxtasis sumida... ¡Nunca se cansan de mirar mis ojos el perpetuo milagro de la vida!
¡Yo lo que tengo, amigo, es un profundo deseo de dormir!... ¿Sabes?: el sueño es un estado de divinidad. El que duerme es un dios... Yo lo que tengo, amigo, es gran deseo de dormir.
Amiga, mi larario esta vacío: desde que el fuego del hogar no arde, nuestros dioses huyeron ante el frío; hoy preside en sus tronos el hastío las nupcias del silencio y de la tarde.