En la batalla todos los combatientes
habían sido heridos en el brazo derecho.
Cuando el médico entró en el hospital
ellos, en medio de la fiebre, le advirtieron:
'¡Aquí estoy!'
Y el médico, uno a uno, les dijo:
'Cuidado muchacho,
has perdido demasiada sangre inútilmente
y estás herido en el brazo derecho
también inútilmente'.
'¿Es hermosa la vida fuera del hospital?',
le preguntaron.
'Ni fu, ni fa: según como se mire',
dijo el médico.
Ellos le replicaron: 'Sin embargo,
la primavera está cercana'.
Pero la primavera había sido herida en el brazo derecho
y aquel año no hubo primavera.
Una golondrina pasaba una y otra vez
junto al techo de la gran sala.
La miraban los hombres, pero estaban heridos
y, por otra parte, quizá aunque no esté herido
un hombre no pueda volar.
A los dos años ya tenían todos curado el brazo derecho
si bien un poco torpe todavía,
y se dijeron en voz baja:
'Quedémonos aquí,
porque puede que otros hayan ocupado
nuestro sitio allá afuera'.
Y así fue como todos los hombres
se dividieron en dos grupos:
el que tenía y el que no tenía
una cicatriz en el brazo derecho.