Déjame Renunciar a mi vida por esta vida, a mi palabra por la no hablada. T. S. Eliot
Aquí estarás -déjame que invente esta tarde sin ti- entre los utensilios prescindibles, ya de todo segura, con la casa comida por la sal, y reíamos, los cielos sofocantes del verano, aquí desnuda y tuya (y algunos ratos mía) mientras vuelca el sirocco mariposas quemadas, niños mudos, paladas de cárdenos claveles -que tirábamos- porque lo nuestro eran las margaritas pobres, los caminos sin rumbo por el silente barrio hasta encontrar el reto de las panaderías, de las carpinterías con rótulos a mano, de los atardeceres de color amaranto, de las piernas sonámbulas y los ahumados pechos.
Aquí estarás, con la sonrisa tuya entre gorrión mojado y huella del invierno que de pronto nos abre los caminos de junio, los fuegos de San Telmo en la ciudad inviable, mientras, sobre el asfalto, sobre la atroz grisalla insinúas -no dices- que el dentista es de níquel, que la conspiración, de algún modo, hace agua, que tu cuaderno azul se disolvió en el viento, y que los dos zarpamos -abrazados y huérfanos- rumbo al sueño, esa orden opaca e imperiosa, que mañana remite, y allí estás, y aquí yo.
maravillas del cine galerías de luz parpadeante entre silbidos niños con su mamá que iban abajo entre panteras un indio se esfuerza por alcanzar los frutos más dorados ivonne de carlo baila en scherezade no sé si danza musulmana o tango
acodados en las irreales barandas acodados resistiendo la marea de aromas azaleas tamarindos luna de california en el lento week-end errantes aves marinas también los barcos también los barcos hacia lejanas islas madrepóricas