Las respuestas de Nina, de Arthur Rimbaud | Poema

    Poema en español
    Las respuestas de Nina

    Él. - Regazo contra regazo, 
    ¿y si nos fuéramos, 
    por la luz fresca y radiante, 
    y el pecho lleno 

    de un alba azul que nos baña 
    de vino y sol? 
    Cuando el bosque sangra, trémulo, 
    mudo de amor: 

    verdes gotas, por las ramas, 
    retoños claros, 
    en cuanto se abren, las vemos, 
    carne temblando. 

    Hundirás, blanca, en la alfalfa, 
    tu bata de hilo 
    que tiñe en rosa la ojera 
    de tu ojo endrino 

    Amante del campo, siembras 
    tu risa loca 
    como espuma de champaña, 
    si te desbocas. 

    Risa en mí, ebrio salvaje, 
    ¡quien te cogiera 
    de pronto: te bebería 
    la hermosa trenza! 

    Sabor de fresa y frambuesa 
    ¡Carne de flor! 
    Risa en el viento que besa 
    como un ladrón. 

    Risa en el rosal silvestre 
    que amante incordia: 
    ¡Y, risa, risa en tu amante, 
    cabeza loca! 

    ¡Dichosa!: ¡Diecisiete años! 
    ¡Los grandes prados, 
    la campiña enamorada! 
    ¡Vente, a mi lado!... . 

    -Tu pecho contra mi pecho, 
    juntos, cantando, 
    despacito hacia el bosque, 
    ¡luego al barranco...! 
    Y, luego, muerta chiquita, 
    si te desmayas, 
    en brazos, me pedirías 
    que te llevara... 

    Iríamos, temblorosos, 
    por el atajo; 
    mientras cantara el pájaro: 
    Del avellano... 

    Boca a boca te hablaría 
    mientras aprieto 
    tu cuerpo, como el de un niño, 
    de sangre ebrio: 

    sangre azul, por tu carne 
    blanca y rosada; 
    hablándote, como tú hablas... 
    bien a las claras. 

    El bosque olería a savia 
    verde y bermejo, 
    y el sol sembraría de oro 
    fino su sueño 



    ........................................ 



    ¿Cogeremos, por la tarde, 
    la senda blanca, 

    sin rumbo, como el rebaño 
    que en tomo pasta...? 
    Hierba azul, corvos manzanos 
    de los vergeles 
    ¡cómo su fuerte perfume 
    de lejos, huele! 

    Llegaremos, casi a oscuras, 
    hasta la aldea, 
    cuando el olor de la leche 
    la noche impregna; 

    olor de establo colmado 
    de estiércol cálido, 
    de lentos resuellos rítmicos 
    y lomos anchos 

    que blanquea una luz tenue... 
    y a nuestro lado, 
    pasito a paso, una vaca 
    ira cagando. 

    -Los anteojos de la abuela, 
    con la nariz 
    en su misal; la cerveza, 
    en bock de cinc, 

    espumosa entre las pipas 
    que fuman, tercas: 
    horrendos labios hinchados 
    fumando, mientras 

    el jamón se van tragando 
    todos a una; 
    cuando el lecho y los baúles 
    el fuego alumbra. 

    El culo craso y lustroso 
    de un niño gordo 
    que mete por los tazones 
    blanco, su morro 

    rozado por un hocico 
    que gruñe amable 
    y lame la oronda cara 
    del tierno infante... 

    Negra, altiva, en su sillita 
    atroz contorno, 
    una vieja junto al fuego 
    hila su coco.  

    ¡Cuántas cosas podrás ver 
    en los chamizos, 
    cuando la luz, clara, alumbre 
    los grises vidrios...! 

    -Luego, la ventana oculta 
    entre las lilas 
    negras y frescas, que ríe 
    ¡tan chiquitita!... 

    ¡Vendrás, vendrás... que te quiero! 
    ¡Será tan bello! 
    ¡Vendrás! ¿verdad? porque incluso... 

    ELLA. – ¿Pero, y mi empleo? 

    Arthur Rimbaud (1854-1891) fue un poeta francés conocido por su influencia sobre literatura y artes modernas, que prefiguraron el surrealismo. Comenzó a escribir a una edad muy temprana y destacó como estudiante, pero abandonó su educación formal en su adolescencia para huir de su hogar a París en medio de la Guerra franco-prusiana. Durante su adolescencia tardía y su edad adulta temprana comenzó la mayor parte de su producción literaria, luego dejó de escribir por completo a la edad de 20 años, después de reunir una de sus principales obras, Illuminations

    • Me tragué un magnífico sorbo de veneno.— ¡Bendito sea tres veces el consejo que me dieron!— Las entrañas me queman. La violencia del veneno retuerce mis extremidades, me deforma, me tumba contra el suelo. Muero de sed, me sofoco, y no puedo gritar. ¡Es el infierno, el castigo eterno!