La orgía parisina, de Arthur Rimbaud | Poema

    Poema en español
    La orgía parisina

    ¡Cobardes, aquí está! ¡La estación os vomita! 
    El sol ha enjugado con su ardiente pulmón 
    los paseos que un día ocuparon los Bárbaros. 
    Ésta es la Ciudad santa, sentada al occidente. 

    ¡Vamos! se han prevenido los reflujos de incendios. 
    Ved los muelles aquí, allá los bulevares, 
    las casas sobre el cielo azul, brillante, ingrávido, 
    antaño constelado por un rubor de bombas. 

    ¡Esconded los palacios muertos en cajoneras! 
    El viejo día loco refresca los recuerdos. 
    Ved el rebaño rojo de impúdicas nalgueras : 
    locos, podréis ser raros, pues vais despavoridos. 

    Perras que vais en celo comiendo cataplasmas, 
    las casas de oro os llaman a gritos. ¡Id, volad! 
    ¡Comed! La noche alegre con sus hondos espasmos 
    ha bajado a la calle. ¡Bebedores aciagos 

    bebed! Cuando amanece, con luz intensa y loca 
    que a vuestro lado husmea los lujos desbordados, 
    ¿no os volvéis, frente al vaso, impávidos babosos, 
    con los ojos perdidos en blancas lejanías? 

    ¡Tragad, para la Reina de nalgas en cascada! 
    Escuchad cómo suenan los eructos estúpidos, 
    ¡desgarrados! ¡Oíd, cómo en noches ardientes 
    saltan con estertores, viejos, peleles, siervos! 

    ¡Corazones mugrientos, bocas horripilantes, 
    más fuerte, ¡masticad! hediondos gaznates! 
    Que les traigan más vino a estos lerdos ignobles: 
    la andorga se os derrite de infamia, ¡Vencedores! 

    ¡Desplegad vuestro olfato a las náuseas grandiosas! 
    ¡Emponzoñad las cuerdas que esperan vuestros cuellos! 
    Posando, en vuestras nucas, sus manos enlazadas 
    el Poeta os impele, «i cobardes!, a ser locos». 

    Como andáis escarbando el vientre de la Hembra 
    teméis que tenga aún un estremecimiento, 
    y grite, sofocando vuestra infame camada 
    contra su duro pecho, con horrible apretón. 

    Peleles, sifilíticos, locos, reyes, ventrílocuos, 
    ¿qué le puede importar al putón de París 
    vuestras almas y cuerpos, harapos y ponzoñas? 
    ¡Os zarandeará, hurañas podredumbres! 

    Y cuando hayáis caído, gimiendo contra el pecho, 
    derrumbados, pidiendo, locos, vuestro dinero, 
    la roja cortesana, la de las tetas bélicas 
    lejos de vuestros miedos, apretará los puños. 

    Después de haber bailado con furia en las tormentas, 
    París, tras recibir tan numerosos tajos, 
    cuando yaces, ahora, guardando en tus pupilas 
    luminosas, la dicha de un renacer salvaje . 

    ¡Oh ciudad dolorida, oh ciudad casi muerta, 
    con tu rostro y tus pechos de cara al Porvenir, 
    ofrecida a la noche de mil puertas vacías, 
    y que un Pasado horrible podría bendecir: 

    cuerpo magnetizado para males enormes, 
    que te bebes la vida, espantosa, de nuevo, 
    al manar de tus venas un flujo de gusanos 
    blancos, mientras helados dedos rondan tu amor. 

    ¡Y no está mal! Las larvas, las larvas macilentas 
    no podrán estorbar tu soplo de Progreso, 
    igual que las Estringes no apagaron el ojo 
    azul de las Cariátides que inunda un oro astral . 

    Aunque sea espantoso verte cubierta así; 
    aunque nunca ciudad fuera cambiada en úlcera 
    tan hedionda, en medio de la verde Natura, 
    el Poeta te dice: «Tu Belleza es espléndida». 

    La tormenta te ha hecho poesía suprema; 
    el inmenso bullicio de las fuerzas te alienta; 
    tu obra hierve, la muerte ruge, ¡Ciudad ungida! 
    Amontona estridencias en lo hondo del clarín 

    El Poeta hará suyo el llanto del Infame, 
    el odio del Forzado, el clamor del Maldito; 
    y sus rayos de amor flagelarán las Hembras. 
    Su estrofa brincará: ¡Mirad, mirad, bandidos! 
    Sociedad, todo ha vuelto a su sitio: la orgía 
    llora su estertor viejo en el viejo prostíbulo; 
    y el gas, en su delirio, por las murallas rojas, 
    arde siniestramente hacia el pálido azul. 

    Arthur Rimbaud (1854-1891) fue un poeta francés conocido por su influencia sobre literatura y artes modernas, que prefiguraron el surrealismo. Comenzó a escribir a una edad muy temprana y destacó como estudiante, pero abandonó su educación formal en su adolescencia para huir de su hogar a París en medio de la Guerra franco-prusiana. Durante su adolescencia tardía y su edad adulta temprana comenzó la mayor parte de su producción literaria, luego dejó de escribir por completo a la edad de 20 años, después de reunir una de sus principales obras, Illuminations