El teatro nuevo, de Benito Pérez Galdós | Poema

    Poema en español
    El teatro nuevo

    En una noche lóbrega, 
    se cierne sobre el ámbito 
    de la ciudad pacífica 
    siniestro ser fantástico. 
    Es el espectro fúnebre 
    de aquel poeta extático 
    que a mártires y vírgenes 
    y apóstoles seráficos 
    colores dio poéticos 
    con sus serenos cánticos; 
    de aquel cuyos volúmenes, 
    que algunos llaman fárragos, 
    contienen más esdrújulos 
    que gotas el Atlántico. 
    Al ver la chata cúspide 
    del coliseo náutico, 
    una sonrisa lúgubre 
    bulló en sus labios cárdenos, 
    y con expresión hórrida 
    exclama contemplándolo 
    ¿Quién fue el patriota estúpido, 
    quién fue el patriota vándalo, 
    que imaginó las bóvedas 
    de ese teatro acuático? 
    ¡Por vida de san Críspulo! 
    Que a genio tan lunático 
    merece coronársele 
    con ruda y con espárragos 
    para que el tiempo próximo 
    en los anales clásicos 
    le aclame por cuadrúpedo 
    con eternal escándalo. 
    Así dijera y súbito, 
    su rostro seco y pálido 
    tiñóse con la púrpura 
    del encendido gánigo, 
    y en los espacios célicos 
    corrió con vuelo rápido, 
    pronunciando los últimos 
    esdrújulos tiránicos, 
    que en el espacio cóncavo 
    repite el eco lánguido, 
    diciendo en voz lacónica 
    ¡Qué bárbaros, qué bárbaros! 

    Benito Pérez Galdós (Las Palmas de Gran Canaria, 1843-Madrid, 1920) es uno de los más importantes novelistas del gran realismo europeo del siglo XIX. Aunque sus aprendizajes literarios fueron en el periodismo político y cultural (La Nación, Revista del Movimiento Intelectual de Europa o Revista de España, entre otras publicaciones), desde 1870 inicia una trayectoria de novelista de gran fecundidad y extraordinaria calidad, tanto en el dominio de la novela histórica (los Episodios Nacionales) como en las novelas contemporáneas, marcadas en una primera fase por una práctica muy inteligente de las doctrinas naturalistas –La desheredada (1881), Lo prohibido (1885), Fortunata y Jacinta (1886-87) o Miau (1888)– y en un segundo momento, por el espiritualismo de las novelas rusas, valga como ejemplo su magistral Misericordia (1897). También a partir de la última década del XIX se convirtió en un dramaturgo de referencia en los teatros madrileños y barceloneses. El estreno en enero de 1901 de Electra es un verdadero aldabonazo en plena crisis de entre siglos y dramas como Casandra (1910) o comedias como Celia en los infiernos (1913) son imprescindibles en la Historia del teatro español del siglo XX.