Mi madre es esa niña sin padre y sin muñeca que nos hizo la carne y el alma del verano. Usa vestidos serios y ya no toca el piano, pero aquí en nuestra casa ha sembrado una areca.
Propietaria de todos los pañales del mundo, por jugar con nosotros se olvidó de ir a misa; y ya veis: le ha salido una iglesia en la risa. Su delantal es sabio como un libro profundo.
Con las tijeras quiere cortarme penas hondas. Hace guisos humildes y caricias redondas, y se arruga despacio como una ilusión.
Mi madre es esa única criatura diferente que para darme un beso raro y resplandeciente me ha zurcido la herida que llaman corazón.