Por poderosa sangre voy llamada
aun latido constante de temblores.
Me quedo en esa huida de las flores,
con ese fin de soledad tocada.
Y cerca de esto, que parece nada,
me transcurre una furia de esplendores
con ganas de vivir, como dolores
del fondo de la vena a la mirada.
Trasiego audaz, mandato de la estrella
(cuando te llevo aquí casi soy bella):
ahógame en tu rabia salvadora,
recógeme de mí –que soy lo inerte
y tú eres lo que vive de la muerte–
en la pluma patética y sonora.