Guárdame el tiempo, de Carilda Oliver Labra | Poema

    Poema en español
    Guárdame el tiempo

    Vuelves a renovarme el don perpetuo. 
    Otra vez eres ése 
    que me enseñó las señales del alba, 
    el que salvó una hormiga en el borde del vaso. 

    Vuelves para pedirme que reúna 
    la corte de los gatos, 
    que te ampare de aquel golpe en la nuca, 
    que te dé mi tristeza como un sorbo, 
    que te recorte alguna uña, 
    que me moje de ti, 
    que te alcance el café, 
    que no oscurezca, 
    que me case contigo esta noche otra vez. 

    Se nos quedaron muchas cosas sin hablar, 
    Necesitamos una cita, 
    porque 
    ¿a quién le doy tantas caricias 
    que sobraron, 
    aquellas que olvidé ponerte sobre el pecho? 
    ¿A quién le cuento 
    que he planchado, creyendo que era tela, 
    tu perfil de muchacho? 

    ¿A quién convido ahora con mis piernas 
    y le enseño el jazmín que nació anoche, 
    y le pongo una abeja a que lo pique, 
    y le saludo la inocencia? 

    ¿A quién le miento y juro, 
    a quién le tiro un pan contra la oreja, 
    a quién le digo que lo odio, 
    y luego, que lo amo? 

    ¿A quién le digo hijo, 
    y me lo paso por dentro como un trapo? 
    Sé bien que estás metido en nuestros átomos, 
    que te mueves en ese aire que espantó estas páginas 
    que observas desde los retratos, 
    que te has caído hoy contra mi pecho 
    y para que seamos uno solo 
    hasta este propio corazón 
    me lo has parado; 
    sé que estoy muerta 
    soñando que te busco por el cuarto. 

    Guárdame el tiempo. 
    Guárdamelo. 
    Estoy segura de que puedes. 
    Así no ha de caer la luna 
    ni tendrás que morirte en la mañana 
    y el jueves será eterno 
    y te besaré siempre como el veinticuatro 
    de septiembre 
    de mil novecientos ochenta y uno. 
    Guárdame el tiempo, 
    guárdamelo. 

    ¡Qué no pase ni un minuto, 
    que nada ciego nazca, 
    que no se invente un aparato de tortura 
    ni estalle otra contienda contra el hombre; 
    que no cacen más pájaros, 
    que no se malogre la pureza, 
    que vuelvas 
    a ser 
    y aquel esplendor tuyo se mezcle, poderoso, 
    a mis harapos! 

    Guárdame el tiempo, 
    guárdamelo. 

    Te lo pido con rabia, 
    con ternura, 
    con todo lo que no es palabra. 
    Para que siempre seamos lo estupendo: 
    hombre y mujer 
    girando, 
    nueva especie del mundo; 
    ya casi un milagro. 
    Pues me han salido en la cara tus ojos 
    y a ti en el rostro mi boca, 
    y no sé cuando te miro si eres tú quien me mira 
    ni cuando tú me besas 
    si soy yo quien te ha besado.