Mi madre es esa niña sin padre y sin muñeca que nos hizo la carne y el alma del verano. Usa vestidos serios y ya no toca el piano, pero aquí en nuestra casa ha sembrado una areca.
Propietaria de todos los pañales del mundo, por jugar con nosotros se olvidó de ir a misa; y ya veis: le ha salido una iglesia en la risa. Su delantal es sabio como un libro profundo.
Con las tijeras quiere cortarme penas hondas. Hace guisos humildes y caricias redondas, y se arruga despacio como una ilusión.
Mi madre es esa única criatura diferente que para darme un beso raro y resplandeciente me ha zurcido la herida que llaman corazón.
Mi madre es esa niña sin padre y sin muñeca que nos hizo la carne y el alma del verano. Usa vestidos serios y ya no toca el piano, pero aquí en nuestra casa ha sembrado una areca.
Yo podría decir que estoy de primavera bajo un aire oloroso a luz definitiva, y podría tapar la mirada bisiesta que se me está cayendo afuera de la vida; y ser de flor, de lluvia, de mariposa buena, semejante a este cielo cuidado por la brisa,
Hoy te saludo brutalmente: como un golpe de tos o una patada. ¿Dónde te metes, a dónde huyes con tu caja loca de corazones, con el reguero de pólvora que tienes? ¿Dónde vives: en la fosa en que caen todos los sueños
Andaba yo volando por el suelo, sin zapatos, sin mi traje de nube de las nubes; sola para tus manos, patética, inviolada, pobre, sola para tus manos, sola, y me empinaba hasta rozarte el ángel. Andaba yo