Pobre Catulo, que dejes de hacer lo indebido, y lo que ves pasado perdido lo digas. Fulgieron un día cándidos para ti los soles, cuando acudías adonde tu niña decía, amada para nos cuanto amada será ninguna. Allí, cuando aquellas muchas cosas divertidas se hacían, que tú querías, y tu chica de querer no dejaba, fulgieron verdaderamente cándidos para ti los soles. Ahora ya ella no quiere: tú también, impotente, no quiere, ni lo que huye sigue, ni triste vive, sino con obstinada mente soporta, resiste. Salud, niña; ya Catulo resiste, y no te requerirá ni rogará, involuntaria. Mas tú te dolerás cuando ninguna seas rogada. Impía, ay de ti, qué vida a ti te espera, quién ahora a ti se acercará, a quién parecerás bonita, a quién ahora amarás, de quién que eres se dirá, a quién besarás, a quién los labios morderás. Mas tú, Catulo, decidido, resiste.
Pobre Catulo, que dejes de hacer lo indebido, y lo que ves pasado perdido lo digas. Fulgieron un día cándidos para ti los soles, cuando acudías adonde tu niña decía, amada para nos cuanto amada será ninguna.