Esta muchacha loca no volverá este invierno
Sola estará la casa brumosa de nostalgia
Las aguas del arroyo crecerán y subirán los cauces
y yo estaré allá solo entre los álamos.
No volverá este invierno ya más esta muchacha
Sus manos imposibles no abrirán estas puertas
ni este jardín en sombra sabrá
cómo sus dedos deshojan los rosales.
La tarde sus caireles peinará en la distancia
y en las nubes lejanas sus azules ojazos
descubrirán inmensos paraísos de lágrimas...
Y entonces, que más da, que ya no vuelva,
que se ausente de aquí para este invierno?
Corazón aterido de sueños,
fuerte como los árboles triste como los páramos.
Que no descanse en el sillón
como una mariposa infortunada,
que no mire más con sus ojos
de luz y de misterio.
Que no vuelva a besar acariciante y trémula.
Que no torne a decir palabras como rosas.
Que no me quiera más y que no vuelva
porque hablará el silencio...
¿A qué sabrá esta casa cuando vuelvan las lluvias?
¿Cuando el viento arrecido golpee los cristales?
¿Y los pájaros se escondan en la noche?
¿A qué sabrá esta casa donde estuve con ella
largas y amables horas de amor y de fatiga?
Cuando venga el invierno todo estará en silencio:
La mesa donde un día me habló de cosas vanas
de jacintos floridos y de lilas tempranas,
de abscónditos milagros y voces ignoradas,
de los días de ausencia, de las cosas que pasan.
Esta muchacha loca no volverá este invierno:
se fue como las nubes, casi como los pájaros
y este jarrón de lilas se musitará en silencio.
En tanto, estaré solo debajo de los álamos.