Dijeron que Céline era un nazi 
dijeron que Pound era un fascista 
dijeron que Hamsun era un nazi y un fascista. 
Pusieron a Dostoievsky frente a un pelotón 
de fusilamiento 
y mataron a Lorca 
le dieron electrochoques a Hemingway 
(y tú sabes que se pegó un tiro) 
y echaron a Villon de la ciudad (París) 
y Mayakovsky 
desilusionado con el régimen 
y luego de una pelea de enamorados, 
bueno, 
también se pegó un tiro. 
Chatterton se tomó veneno de ratas 
y funcionó 
y algunos dicen que Malcom Lowry se murió 
ahogado en su propio vómito 
borracho. 
Crane se tiró a las hélices 
del barco o a los tiburones. 
El sol de Harry Crosby era negro. 
Berryman prefirió el puente. 
Plath no encendió el horno. 
Séneca se cortó las muñecas en la 
bañera (es la mejor manera: 
en agua tibia) 
Thomas y Behan se emborracharon 
hasta morir y 
hay muchos más. 
¿Y tú quieres ser un 
escritor? 
Es esa clase de guerra: 
la creación mata, 
muchos se vuelven locos, 
algunos pierden el rumbo y 
no lo pueden hacer 
nunca más. 
Algunos pocos llegan a viejo. 
Algunos pocos hacen plata. 
Algunos se mueren de hambre (como Vallejo). 
Es esa clase de guerra: 
bajas por todas partes. 
Está bien, adelante 
hazlo 
pero cuando te ataquen 
por el lado que no ves 
no me vengas con 
remordimientos. 
Ahora me voy a fumar un cigarrillo 
en la bañera 
y luego me voy a ir a 
dormir.
Charles Bukowski nació en Adernach, (1920-1994). Vivió en su infancia y adolescencia en un entorno familiar y social violento, hecho que marcaría el devenir de su posterior producción literaria. Pieza capital de la que se vino en llamar generación beat, su vida fue tan radical como las historias narradas en sus propias obras. Adicto al sexo, las drogas y el alcohol, su literatura, casi autobiográfica, es fiel reflejo de su lucha contra el aburguesamiento y la comodidad. Su realismo descarnado y lírico y su humor ácido y desencantado han influido en multitud de escritores de generaciones posteriores.