Hay un tejido, una red luminosa que tiembla en la arena, por abajo del agua. Se ve a través del verde transparente como una temblorosa trama.
Cuando la ola rompe su espuma quedan burbujas sueltas, chiquitas sobre la piel del agua: brillan intensa, nítidamente en seguida se apagan.
Por la suave curva de las olas sobre su lento avance sobre su amplio movimiento seguro la luz resbala. Se deslizan los resplandores por los movedizos toboganes del agua.
Ruido del mar, qué golpe derramado qué entreverada voz y qué sonido tan confuso y oscuro cuando todo en derredor está tan claro.
Todos los límites firmes y recortados todo con su color tan decidido los colores tocándose uno al lado del otro, sin mezclarse.
Y parece que cada uno: limpio y liso azul, rojo tejado verdor brillante diera un sonido puro e inaudible y todos un acorde fuerte y claro. Pero el ruido del mar no se comprende, se desploma continuamente, insiste una y otra vez, con un cansancio con una voz borrosa y desgranada...
Y no se sabe qué es qué quiere o qué pide el turbio ruido oscuro cuando todo en derredor está tan claro.