Un mozalbete espigado de los que ha tiempo gallean, pero tan corto de genio como era largo de piernas, su invencible encogimiento sentía sobremanera. No es que era lerdo el rapaz, distinguíase en las letras, pero en tertulia y visita, le aventajaba cualquiera, y nunca logró aprender eso que buenas maneras llaman unos y buen tono, otros, de educación prueba, otros, elegancia, mundo, y algunos pocos, simpleza, reducido en la sustancia (caso que sustancia tenga) a una fraseología vana tan inútil como hueca, en que se miente cariño, en que amistad se remeda, en que se ahorra talento, y en que se gasta paciencia. Veíalo nuestro mozo de muy distinta manera y escarnecido y burlado por galanes y bellezas, el mísero se juzgaba si no aprendía tal jerga; y este dolor, para él grande, contólo un día a su abuela. Era una cabal señora machucha, cristiana vieja, un poquito socarrona, y en mucho sesuda y cuerda. La cual oyendo el apuro en que su nieto se encuentra, dejando a un lado las gafas y con las gafas la media, dijo: «Poco fundamento ni razón tienen tus quejas. Eres robusto, capaz, de buen natural y prendas, para las artes no manco, ni zurdo para las ciencias; esto es lo que sobra o basta para estar en donde quiera sin temor de excitar risa, sin empacho ni vergüenza tus afectos y razones expresando a tu manera. ¿Qué te importa si no sabes, con vanas palabras huecas, mentir como mienten todos para que nadie te crea? ¿Ni el juicio que de ti formen por trasgresor de la regla cuatro mozos casquivanos y cuatro vanas coquetas? ¿Por qué sientes ignorar eso que sabe cualquiera? No tengas lo que te digo por el voto de una vieja. Yo conocí a un religioso pájaro a fe muy de cuenta, y oíle más de una vez que todas esas lindezas que cumplimientos se llaman, son para la gente necia, y que el genio y el talento pueden dispensarse de ellas.»
Enfermo y gravemente de los bosques hallóse el soberano LEÓN, como decimos vulgarmente. su estómago, hasta allí cual pocos sano, ni el más leve sustento digería sin dolor infinito, aunque su majestad sólo comía